Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2017

Mujeres condenadas (Charles Baudelaire)

Como bestias inmóviles tumbadas en la arena, Vuelven sus ojos hacia el oceánico horizonte, Y sus pies que se buscan y sus manos unidas, Tienen dulces caídas y temblores amargos. Las unas, corazones que aman las confidencias, En el fondo del bosque donde el arroyo canta, Deletrean el amor de su pubertad tímida, Y marcan en el tronco a los árboles tiernos; Las otras, como hermanas, andan graves y lentas, A través de las peñas llenas de apariciones, Donde San Antonio vio surgir como la lava Aquellas tentaciones con los senos desnudos; Y las hay, que a la luz de líquidas resinas, En el hueco ya mudo de los antros paganos, Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre. ¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes! Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios, Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas, Mezclan en las sombrías y solitarias noches, La espuma del placer con el llanto del suplicio. Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires, De toda realidad desdeñosos espíritus,

Al lector (Charles Baudelaire)

Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error, y, como los mendigos alimentan sus piojos, nuestros remordimientos, complacientes nutrimos. Tercos en los pecados, laxos en los propósitos, con creces nos hacemos pagar lo confesado y tornamos alegres al lodoso camino creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas. En la almohada del mal, es Satán Trimegisto quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu y el precioso metal de nuestra voluntad, íntegro se evapora por obra de ese alquímico. ¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven! A los objetos sórdidos les hallamos encanto e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas, bajamos hacia el Orco un diario escalón. Igual al disoluto que besa y mordisquea el lacerado seno de una vieja ramera, si una ocasión se ofrece de placer clandestino la exprimimos a fondo como seca naranja. Denso y hormigueante, como a un millón de helmintos, un pueblo de demonios danza en nuestras c

El alba (Vladimír Holan)

Sí, es el alba... Ropa sucia sobre el cuerpo lavado de una hermosa... Tocar, ah, sólo tocar, ¡mas de la nada ni tan siquiera el sueño! También tú, allá abajo, te esfuerzas en vano de alto en alto, pues quien se ha sumido en la poesía ya nunca se saldrá. Vladimír Holan

El Hombre Ilustrado (Ray Bradbury)

En una tarde calurosa de principios de setiembre me encontré por primera vez con el hombre ilustrado. Yo caminaba por una carretera asfaltada, recorriendo la última etapa de una excursión de quince días por el Estado de Wisconsin. Al atardecer me detuve, comí un poco de carne de cerdo, unas habas y un bizcocho. Me preparaba a descansar y leer cuando el hombre ilustrado apareció sobre la colina. Su figura se recortó brevemente contra el cielo.  Yo no sabía entonces que era ilustrado; sólo vi que era alto, que alguna vez había sido esbelto, y que ahora, por alguna razón, comenzaba a engordar. Recuerdo que tenía los brazos largos y las manos anchas, y un rostro infantil en lo alto de un cuerpo macizo. Me hablo antes de verme, como si hubiese adivinado mi presencia.  -Señor, ¿sabe usted dónde podría encontrar trabajo?  -Temo que no -le respondí.  -Cuarenta años y nunca he tenido un trabajo duradero  -me dijo.  Aunque hacía mucho calor, el hombre ilustrado llevaba una camisa

Elevación (Charles Baudelaire)

Por encima de estanques, por encima de valles, De montañas y bosques, de mares y de nubes, Más allá de los soles, más allá de los éteres, Más allá del confín de estrelladas esferas, Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad Y como un nadador que se extasía en las olas, Alegremente surcas la inmensidad profunda Con voluptuosidad indecible y viril. Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas, Sube a purificarte al aire superior Y apura, como un noble y divino licor, La luz clara que inunda los límpidos espacios. Detrás de los hastíos y los hondos pesares Que abruman con su peso la neblinosa vida, ¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos! Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras, Levantan hacia el cielo matutino su vuelo -¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo, La lengua de las flores y de las cosas mudas! Au-dessus des étangs, au-dessus des vallées, Des montagnes, des b

Antes del odio (MIGUEL HERNÁNDEZ)

Beso soy, sombra con sombra. Beso, dolor con dolor, por haberme enamorado, corazón sin corazón, de las cosas, del aliento sin sombra de la creación. Sed con agua en la distancia, pero sed alrededor. Corazón en una copa donde me lo bebo yo y no se lo bebe nadie, nadie sabe su sabor. Odio, vida: ¡cuánto odio sólo por amor! No es posible acariciarte con las manos que me dio el fuego de más deseo, el ansia de más ardor. Varias alas, varios vuelos abaten en ellas hoy hierros que cercan las venas y las muerden con rencor. Por amor, vida, abatido, pájaro sin remisión. Sólo por amor odiado, sólo por amor. Amor, tu bóveda arriba y no abajo siempre, amor, sin otra luz que estas ansias, sin otra iluminación. Mírame aquí encadenado, escupido, sin calor, a los pies de la tiniebla más súbita, más feroz, comiendo pan y cuchillo como buen trabajador y a veces cuchillo sólo, sólo por amor. Todo lo que significa golondrinas, ascensión, claridad, anchura, aire, decidido espacio, sol, hori

Un sueño dentro de un sueño. A Dream Within a Dream, Edgar Allan Poe (1809-1849)

¡Toma este beso sobre tu frente! Y, me despido de ti ahora, No queda nada por confesar. No se equivoca quien estima Que mis días han sido un sueño; Aún si la esperanza ha volado En una noche, o en un día, En una visión, o en ninguna, ¿Es por ello menor la partida? Todo lo que vemos o imaginamos Es sólo un sueño dentro de un sueño. Me paro entre el bramido De una costa atormentada por las olas, Y sostengo en mi mano Granos de la dorada arena. ¡Qué pocos! Sin embargo como se arrastran Entre mis dedos hacia lo profundo, Mientras lloro, ¡Mientras lloro! ¡Oh, Dios! ¿No puedo aferrarlos Con más fuerza? ¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar Uno de la implacable marea? ¿Es todo lo que vemos o imaginamos Un sueño dentro de un sueño? Take this kiss upon the brow! And, in parting from you now, Thus much let me avow— You are not wrong, who deem That my days have been a dream; Yet if hope has flown away In a night, or in a day, In a vision, or in none

La vida es sueño (Calderón de la Barca)

La vida es sueño (Soliloquio de Segismundo) ¡Ay mísero de mí, y ay infelice! ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido Sólo quisiera saber para apurar mis desvelos --dejando a una parte, cielos, el delito del nacer--, ¿Qué más os pude ofender, para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron, ¿qué privilegios tuvieron que yo no gocé jamás? Nace el ave, y con las alas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas, cuando las etéreas alas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que deja en calma; ¿Y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas --gracias al docto pincel--, cuando, atrevido y

Ser o no Ser. To be or not to be. (Monólogo de "Hamlet") de William Shakespeare

Ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y en dura pugna darles fin. Morir: dormir, nada más. Y con el sueño, poner fin al sufrimiento y a todos los males que son una consecuencia de la misma carne, sería una conclusión que piadosamente deseo. Morir, quedar dormido, dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el gran obstáculo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno ya libres del agobio terrenal, es una consideración que frena el juicio y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién soportaría los azotes e injurias de este mundo, la infamia del opresor, la afrenta del soberbio, las penas del amor menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del poder, los insultos que sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas uno mismo con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, si no fuera por el temor de lo que se oc

La chica más guapa de la ciudad, (Charles Bukowski)

Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decía que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una maquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía. Sus hermanas la acusaban de desperdiciar su belleza, de no utilizar lo bastante su inteligencia, pero Cass poseía inteligencia y espíritu; pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuand

Cada cual, con su quimera (Charles Baudelaire)

Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados. Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana. Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía, por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos. Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole adónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar. Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, col