…Y yo me iré J.R.J. La que se irá al final será la vida, la misma vida que ha llevado nuestros pasos sin tregua a la velocidad de su deseo. Se llevará también todas sus horas y los relojes que sonaban y el sonido y lo que en ellos siempre estuvo oculto sin ser tiempo ni trastiempo… Cuando haya de partir –se irá la vida, ella y su música veloz entre mis venas que me recorre con remotos cánticos, ella y su melodiosa geometría que inventa el ajedrez de estas palabras. De todo cuanto miro en este instante será la vida la que parta para siempre o para nunca, es decir, la que parta sin partir, la que se quede y con ella mi cuerpo noche y día, siguiéndolas en sus luces y sus sombras… Si, tal vez nadie se aleje de este mundo, aunque se extinga cada quien en su momento. —Nos iremos sin irnos, ninguno va a quedarse ni va a irse, tal como siempre hemos vivido a orillas de este sueño indescifrable, donde uno está y no está y nadie sabe nada. Eugenio Montejo
Como bestias inmóviles tumbadas en la arena, Vuelven sus ojos hacia el oceánico horizonte, Y sus pies que se buscan y sus manos unidas, Tienen dulces caídas y temblores amargos. Las unas, corazones que aman las confidencias, En el fondo del bosque donde el arroyo canta, Deletrean el amor de su pubertad tímida, Y marcan en el tronco a los árboles tiernos; Las otras, como hermanas, andan graves y lentas, A través de las peñas llenas de apariciones, Donde San Antonio vio surgir como la lava Aquellas tentaciones con los senos desnudos; Y las hay, que a la luz de líquidas resinas, En el hueco ya mudo de los antros paganos, Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre. ¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes! Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios, Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas, Mezclan en las sombrías y solitarias noches, La espuma del placer con el llanto del suplicio. Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires, De toda realidad desdeñosos espíritus,